Del canto del nido, al canto de las áves

El sonido de las aves siempre había sido la manera preferida de Matías para satisfacer su sentido auditivo. Su pensamiento cesó con el acorralamiento de un ventazo (, que ahora es ventisca; el lenguaje siempre había sido su [pregunta] perenne favorita, ) en el cuarto contiguo.

Las excusas siempre le parecían obtusas; como balas de goma, o palabras mal pronunciadas(; y a pesar de tantos siempres y tantos nuncas, generalizar, preponderantemente, le aborrecía).

- Pensé que le había cerrado, pero le emparejé.

Dijo de pronto, a manera de excusa para lo que, en (aqu)el inconsciente colectivo se gestaba como idea cimental de las palabras (recién pronunciadas):
“Para todos es difícil encarar las verdades.” Se dijo a sí mismo y olvidó lo sucedido con su “aunt-in-law”, pues nunca aprobó el matrimonio.

Hacía ya más de tres meses que buscaba, como cualquier ave, (re)aborrcer su nido. “Indudablemente habrá que trabajar.” Cantó para sí. “Pues estas alas no habrán de embarnecerse solas.” El trabajo para él era pues, el empleo de su tiempo( para las cosas que amaba).

Un día, juntó el valor suficiente y encaró su destino: El tiempo (o el vuelo; no estoy seguro).



Jaime Javier Bechamel
Andrés Jobareee